Alení nació primero como imagen y luego, surgió el relato una noche de verano en casa de mi hermanita. Te la presento:
Frente al papel en blanco me quedé pensando qué escribir.
En aquel
momento, mientras mis pensamientos iban a prisa buscando qué historia contar
hoy, apareció ella. Se sentó en la cima de la hoja, sobre el margen derecho.
Allí sobre las líneas azules colgó sus pequeñas diminutas piernas y me miró.
Me sonrió con
sus grandes ojos verdes y se presentó: “Soy Aleni, tu imaginación”
Mis ojos no
podían creer lo que veían. Tenía un vestido amarillo brillante en forma de
pétalos de flor y en su cabeza un sombrero rojo. Su cabello caía sobre sus
hombros y detrás podía ver unas hermosas alas transparentes.
“Aquí estoy y
quiero que hoy escribas la mejor de las historias, la nuestra”.
Seguía sin
entender mucho lo que estaba ocurriendo. Todavía seguían dando vueltas mis
ideas en la cabeza. Ella continuaba diciéndome que debía escribir nuestra
historia, la que me iba a contar.
Caminaba sobre
las líneas azules de la hoja. Iba y
venía. Puso sus manos detrás y comenzó a hablar. Me pidió que prestara mucha
atención para que pudiera reproducir todos los detalles.
“Hace mucho,
mucho, pero muchísimo tiempo cuando aún estabas en el colegio y eras muy niña
yo te observaba de lejos, sin acercarme. No sé si recuerdas esto porque de
verdad pasaron muchísimos años. No es que seas vieja ahora, pero ya estás mayorcita.
Sin ánimos de ofender, por supuesto. Te decía que te miraba sin acercarme mucho
y veía cuánto te esforzabas por escribir un poema o una historia. Los demás a
tu alrededor lo hacían con tanta facilidad, tanto talento, incluida tu madre,
que pensabas que jamás lo lograrías.
Entonces, te aferraste a tu guitarra que te acompañaba a
todos lados y decía por vos todo aquello que no podía salir de tu boca.
Fue ahí,
cuando comenzaron a surgir las primeras melodías, las primeras letras simples.
Con el tiempo
pensé que si me acercaba más y comenzaba a hablarte al oído podrías escribir
algunas historias divertidas.
Por supuesto,
tus amigas adolescentes me dieron una mano porque te ayudaban a inspirarte.
Compartían e intercambiaban bellas historias con amores platónicos.
Entonces, me
dije a mí misma que quizá podrías escribir algo más extenso. Empecé a hablarte,
a darte algunas ideas, algunas frases. Te describí tu primer personaje y te
atreviste a tu primera gran historia. Ya no te detuviste. Nuestra relación
fluyó y fluyó. Casi a diario surgían en tu mente personajes y vidas maravillosas,
llenas de emoción. Con tristezas y alegrías que disfrutabas.
Te cuento que
ya no me detendré y tú tampoco. Estamos unidas para siempre.
Sellemos esto
con un apretón de manos. Eso sería un buen trato.”
Extendió su
mano y tomó mi dedo estrechándolo con un apretón. Me guiñó un ojo, sonrió, bajó
del cuaderno dando un salto y se alejó caminando por la larga mesa. La perdí de
vista rápidamente.
Escuché cómo
agitaba sus alas que brillaron al
atravesar la ventana y se perdió en la infinidad de la noche.
Sólo se escuchaban los grillos en el parque.
Una bocanada de aire movió las cortinas y volví a quedarme sola en la
habitación