Hola como están, yo disfrutando de una nueva entrada en mi blog. Qué bueno poder tener un espacio propio donde expresar sentimientos y emociones. Hoy es especial porque me di cuenta que esta aventura recién comienza. Que tengo mucho para dar y para compartir con ustedes. Que tengo muchos relatos por publicar y muchas travesías que andar.
Quiero compartir mi relato para el reto del blog de Lidia Escribir jugando. Visítenlo y antes de irse de aquí denle mucho amor a mi relato. Hoy le tocó a las sirenas. Personajes mitológicos que me encantan. Llenas de misterio y encanto. Aquí se los dejo:
Rescate de sirena
Bajo el mar, donde las orquídeas de coral florecen en
silencio, una sirena de cabellos rojizos, largos y enredados en rizos, se
encontraba atrapada en el interior de un enorme caracol. En su búsqueda de
tesoros olvidados, se había aventurado demasiado cerca, y al intentar curiosear
dentro, quedó enganchada sin poder salir. Cada movimiento la aprisionaba más,
su cola golpeando impotente las paredes de nácar.
La desesperación la invadía. Quería subir a la superficie,
sentir la libertad del viento, pero el caracol la retenía como una jaula de
cristal. Las lágrimas, como perlas, caían de sus ojos cuando, de repente, la
luz suave de los ángeles la envolvió. Con manos delicadas y alas brillantes,
descendieron para rescatarla.
Con cuidado, desenredaron su melena y la liberaron del
caparazón. La sirena, exhausta pero agradecida, emergió a la superficie, donde
por fin respiró libre, su alma aliviada por el amor celestial.
Cuando abrió los ojos, el cielo azul y el sonido del agua eran
lo primero que sintió. Pero no estaba sola. Un joven pescador, que había estado
navegando cerca, la observaba desde su bote con una mezcla de asombro y
admiración. Al verla indefensa y radiante bajo el sol, no dudó en acercarse. La
tomó con delicadeza en sus brazos, conmovido por su belleza y el misterio que
la envolvía.
El joven la llevó hasta la orilla en su bote. Al llegar, la
depositó sobre la arena con ternura, y con el corazón acelerado, se inclinó
hacia ella. “Nunca he visto nada tan hermoso como tú”, susurró. La sirena, con
sus ojos brillantes como el océano, lo miró agradecida. Entonces, sin decir
palabra, él la besó con suavidad, sellando un amor nacido en la profundidad del
mar y florecido bajo el sol.
Aquel beso fue como un hechizo, que no solo liberó su corazón,
sino que la conectó para siempre a la tierra. Desde ese día, la sirena y el
joven pescador vivieron entre el mar y la orilla, entre dos mundos que se
entrelazaron para siempre.